La generación anterior sí recuerda frases como “voy a llevar a
reparar la tostadora”. Los jóvenes actuales ni se lo plantean, “se ha roto, se
tira” ¿Qué pasó de todos aquellos
pequeños talleres que a la sombra de los servicios técnicos reparaban toda
clase de “cachivaches”? Sencillamente
desaparecieron, el coste de la mano de obra de los países del este o asiáticos
hicieron más rentable comprar algo nuevo que reparar lo usado.
Pero el tema no ha quedado ahí, todavía en el
mundo occidental se dice que hay productos que se reparan, por ejemplo los
coches, pero ese “reparar” no es pegar o soldar algo, es sencillamente
sustituir la pieza, por importante que esta sea. Sirva de ejemplo una caja de cambios: antes
se reparaban y la volvían a colocar, ahora, nueva 6.000€, si se opta por una
reparada por el fabricante, ¿y donde lleva el fabricante a reparar las cajas de
cambios? A China, donde acaban de descubrir que en muchos casos la reparación
es negocio. Poco a poco el coste de la
mano de obra subirá más en esos países y seguro que incrementarán muy
significativamente su PIB en reparaciones, ¿y la producción de equipamiento
nuevo? Se irá a África, si estabilizan su coyuntura política.
La idea de la reparación está retornando a Europa, aunque
vinculada a colectivos sociales desfavorecidos, con el fin de poner en el
mercado algo antes muy tradicional, los productos de segunda mano. El problema
es que esto sólo es posible gracias a escasas subvenciones y a los bajos
salarios de estos colectivos.
El planteta en el que vivimos es rico en muchas materias primas,
pero todo tiene un límite, y la sobreexplotación actual va a dejar a las
generaciones venideras en muy serias dificultades, sólo porque cambiamos de
televisor cuando hay un mundial y de coche nos dicen que una vez cada cinco
años.
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