Completado el cálculo matemático que se había realizado en el
anterior artículo, alguien pudo pensar que ya había solucionado su problema, y lo cierto es que sabe dónde está, mucho
más que lo que suelen saber la mayoría de los que se meten a profesionales de
la distribución de contenedores.
En este
mundo se ha visto de todo, desde camiones cargados de contenedores que se
repartían a diestro y siniestro a los ciudadanos, que no eran tontos y que
sabían que un contenedor de 240 litros es magnífico para conservar el pienso de
las vacas y repartirlo, hasta vecinos que llegaban a las manos por la ubicación
más o menos cercana, porque de todo hay, a su portal.
Una vez que se conocen las necesidades para contener los residuos y se consigue una distancia media al ciudadano razonable, llega el momento de colocar los recipientes en la calle, y surge la pregunta ¿cómo se hace?
Una vez que se conocen las necesidades para contener los residuos y se consigue una distancia media al ciudadano razonable, llega el momento de colocar los recipientes en la calle, y surge la pregunta ¿cómo se hace?
Cuando
la ciudad está ya contenerizada la labor es sencilla, basta con ver el
nivel de llenado de los recipientes actuales, para constatar los puntos en los
que hay que incrementar la contenerización. Lo anterior vale si se mantiene la misma tipología de contenedores, pero
si se cambia de la tradicional carga
trasera a la lateral ¿qué hacer? Tampoco en este caso hay que aplicar demasiada imaginación, sólo tener
en cuenta que los márgenes de seguridad son mayores en los contenedores de
2.400 o 3.200 litros que en los tradicionales de carga trasera. Dada la imposibilidad de recoger las bolsas
que se encuentren fuera de los grandes contenedores de carga lateral, el 25%
puede pasar al entorno del 40%, y sí, aunque halla un servicio de repaso, no
hay desprestigio mayor para un sistema de recogida que la presencia de residuos
fuera del contenedor.
No, no piense que se evade el problema de cuando inicialmente no hay contenedores, pero la respuesta no es
sencilla. La distribución espacial de
los recipientes basada en distancias medias ha de ser matizada con la fijación
de un valor límite para el caso de edificaciones unifamiliares o de escasos
vecinos. Pasar de los 500 metros entre
puntos de recogida seria cuando menos excesivo. Si tiene la suerte de que en su ciudad haya cartografía que recoja el
número de vecinos por edificio su labor se simplifica, en caso contrario hay
que salir a la calle con lápiz y papel y empezar a mirar porteros automáticos,
para luego volver a la oficina y empezar a distribuir los contenedores. Tantos pisos, por tantos habitantes por piso,
por tanta generación de residuos al día, implican tantos kilos, y por lo tanto, tantos metros cúbicos, con la que tengo que sacar tantos contenedores de mi
bolsa imaginaria de contenedores y asignárselos a ese punto de recogida. Siguiente edificio … Cuidado con
los sistemas de información geográfica, no piensan.
Y
ahora a salir a la calle y ubicar los contenedores calculados. Para no estropearles el
día, es mejor dejarlo para otro momento.
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